viernes, 8 de abril de 2011

Yo amo el rock and roll. Joan Jett.

El pasado miércoles después de la enésima goleada del Barça en Champions League, me vi una película de finales del año pasado donde se narra el nacimiento, auge y caída del grupo The Runaways, el primero de la historia del rock donde todos sus integrantes son mujeres.

Dicho film, interpretado entre otros por Kristen Stewart (la guapa de la peli quinceañera, insulsa y tostón de Crepúsculo) reúne todos los topicazos de las biografías de músicos del mundo del rock. Comienzos y problemas familiares, primeros conciertos, primeros contratos, cuando llega el estrellato y como no, cuando se  estrellan. Tratándose de un grupo rock de los años setenta con tendencia punk, es lógico que el golpe se lo dieran con los excesos de todo tipo de vicios y drogas.

La película se centra en la vida de dos de sus miembros (Joan Jett y Cherie Currie) y su productor (Kim Fowley). Joan Jett es la fundadora, líder, guitarrista y compositora. Busca a un productor, manda maquetas y sueña con tener un grupo. Cherie Currie es contratada como cantante e imagen. Fowley es quien las dirige a la brutalidad y el salvajismo, para lo bueno y lo malo, del rock. Aceptado ésto por la primera y el resto del grupo, Cherie es más reticente pues realmente no se involucra.

El grupo tuvo un gran éxito en su momento.  "Hello daddy, hello mom... ch-ch-ch-ch-ch CHERRY BOMB” estribillo de la canción Cherry Bomb dio la vuelta al mundo, con gran éxito por ejemplo en Japón, donde hicieron una gira. Pasado el tiempo, la más insegura y desgastada, Cherie Currie deja el grupo, todo se derrumba a pesar de los intentos de Joan de que nada se rompa y The Runaways llega a su fin.

Lo que más me gusta de la película es el personaje de Joan. Desde el comienzo podemos ver claramente que ella ama lo que hace. A su guitarra y al rock. Por el contrario, la vocalista, que es contratada más como imagen que como otra cosa, nunca se le ve apasionada. La última escena es claramente significativa. La Currie trabajando en un pequeño almacén oye por la radio el tema “I love Rock N’ Roll”. Le encanta. Presta atención a quien lo interpreta y se queda de piedra cuando se entera que es Joan Jett & The Blackhearts. Emocionada llama a la radio para saludar a Joan que se encuentra promocionándolo. Esa canción pasó desapercibida en su momento cuando lo cantaron sus compositores, The Arrows. Pero Joan la escucha por la radio y se le queda grabada en la cabeza. Años después la versiona y… más de diez millones de discos vendidos. No sólo eso. Hoy en día, Joan Jett está considerada dentro de las cien leyendas del rock. Cherie Currie… no.

Con esta historietita quiero decir que para interpretar cualquier tipo de música (rock, pop, jazz, clásica…) es fundamental  nutrirse de los predecesores, observar los contemporáneos y estudiar tu estilo. No es coger la guitarrita y tocar unas horitas y que bien lo hago. Es la gran diferencia entre "el que interpreta" y "el que interpreta y ama la música". Los músicos no son unos trabajadores que entran a las ocho y salen a las dos. Viven para y por la música. Es la diferencia entre Joan y Cherie. Por eso, me indigno (y mucho) cuando algunos triunfitos cutres no conocen a Madonna, Joan Manuel Serrat o a Bruce “Sprinfield” como dijo uno. Por favor, dedicaros a otra cosa.

Hoy en día, Joan Jett & The Blackhearts, con cincuenta y tantos años, continúan tocando en giras y grabando en estudios. Cherie hace figuras con una sierra eléctrica. Los triunfitos cutres, con veintipocos salen en el programa de María Teresa Campos.  Insisto, dedicaros a otra cosa.

viernes, 1 de abril de 2011

Piano "contra natura"

Hoy quiero recomendar cuatro discos de la pasada década (por cierto, bastante indispensables). En común tienen bien poco. El único nexo es el que hago con el título de esta entrada. Cuando digo piano “contra natura” quiero referirme a discos donde el piano vaya acompañado de instrumentos que a priori no le pegan, fusiones imposibles o versiones de clásicos del protagonista del post interpretados sin él. Aquí van los cuatro álbumes:

Ludovico Einaudi y Ballaké Sissoko – DIARIO MALÍ (2006)
Unión entre piano y kora. Einaudi, italiano, al piano y Sissoko, maliense (no tengo ni idea del gentilicio de Malí), tocando la kora, que es el típico instrumento africano de cuerda de las películas (mástil bien largo sobre media calabaza y veintiuna cuerdas) con sonido que recuerda al arpa. De esta conjunción nace este disco íntimo y sensual. Melodías sencillas sin pretensiones. Al igual sucede en su ejecución y armonías. Y quizás por eso brilla creando atmósferas relajantes y algo ensoñadoras. Para escuchar tranquilo. Música de fondo. Bien Ludovico, brillante Ballaké.

Chick Corea y Bela Fleck – THE ENCHANTMENT (2007)
Lo que menos se puede uno esperar. Piano y banjo (sí, el de las pelis de vaqueros). Corea siempre está enfrascado en proyectos dispares (y todos geniales) y en esta ocasión se une al norteamericano Bela Fleck para este álbum. Ya habían colaborado en algún tema, pero aquí lo hacen en este disco de composiciones propias y una versión (del famoso “Brazil”). Un disco imprescindible, ya que estas ocurrencias no suceden a menudo. De Chick ya comentaré en una entrada sólo para él. De Fleck, decir que es el mejor intérprete de banjo del mundo. Gran ritmo y verdaderas maravillas.

Miriam Méndez – BACH POR FLAMENCO (2005)
Para los amantes de Bach y para los que aprendimos a tocar el piano, EL CLAVE BIEN TEMPERADO es un libro de cabecera. ¿Se lo imaginan tocado por bulerías, tangos, soleá o sevillanas? Pues eso lo consigue Miriam Méndez, pianista andaluza en uno de mis discos favoritos de los últimos años, y desde luego el más original. Le acompañan, como no, guitarras, taconeos, percusiones, violines y violonchelos.

Niño Josele – PAZ (2006)
Waltz For Debby, My Foolish Heart, Turn Out The Stars o When I Fall In Love por poner unos ejemplos son clásicos que interpretaba el célebre pianista de jazz Bill Evans. Niño Josele, guitarrista flamenco almeriense, versiona éstos y otros más en Paz. Reconocerle el buen gusto al acometer este disco donde le acompañan entre otros, Estrella Morente a la voz y Javier Colina, mi bajista español favorito. Disco original. Para amantes del jazz.
Por cierto, y para finalizar, comentar que tengo unas partituras de Bill Evans. He intentado meterles mano y sólo he recibido un bofetón (todo en sentido figurado, -que estoy casado-). La semana que viene comentaré como progreso o … retrocedo (me temo esto último, Bill era muy bueno).

viernes, 25 de marzo de 2011

Ravel

Leyendo un artículo sobre la influencia del jazz en la música clásica me hace pensar que hace mucho que no escucho a uno de mis compositores favoritos, el francés, aunque de madre española, Maurice Ravel, considerado por muchos como el mejor orquestador de la historia y uno de los compositores más preciosistas y minuciosos.

Rebusco entre mis discos y me escucho tres obras, el Concierto para piano y orquesta en sol mayor, el Concierto para piano y orquesta en re mayor para la mano izquierda y, como no, el Bolero. Todas ellas de los años veinte. Ravel vive entre el último cuarto del siglo XIX y el primer tercio del XX.

Concierto en sol mayor para piano y orquesta: (interpretado por la Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart, bajo la dirección de Gary Bertini. Al piano, Kun Woo Paik.)
Consta de tres movimientos. Allegremente, Adagio Assai y Presto. El primero, se inicia con un golpe seco (en las versiones para doble piano se le suele dar a la tapa de uno de ellos) para desarrollar un tema ameno muy ligero donde la influencia del jazz (no en el sentido de la improvisación sino del sonido, digamos, norteamericano) es notoria. Debussy, Saint-Saëns, obviamente Stravinski y Gershwin. Todos se nutren del Jazz y se influyen entre ellos. La Rhapsody in blue del último citado tiene momentos que recuerdas la primera parte de este concierto. El segundo movimiento es de una belleza absoluta. Este Adagio, junto con una obra de Mozart, que ya mencionaré otro día en otra entrada, es mi pieza lenta favorita de todos los tiempos. Una magnífica melodía suena al piano. Poco a poco la orquesta muy sutilmente acompaña y crea una atmósfera ensoñadora, llegando al clímax en su final cuando el corno inglés rememora la línea melódica mientras el piano arpegia y finaliza con un trino “imposible”. Jamás me cansaré de escucharlo y descubrir cosas nuevas. La tercera y última parte, Presto, me recuerda a Un Americano en París del citadísimo Gershwin y, esto me ha valido en un foro muchísimas réplicas aunque no me bajo del burro, al West Side Story de Berstein.

Concierto para piano y orquesta en re mayor para la mano izquierda: (mismo disco e interpretación que el anterior)
Tengo que reconocer que me gusta bien poco. Es algo oscuro (y eso que también hay mucha influencia jazz aquí también). Quizás su historia es más llamativa. Se la encargó un célebre pianista, Paul Wittgenstein tras perder un brazo en la I Guerra Mundial.

Bolero: (interpretado por New York Philarmonic Orchestra y dirigido por Kurt Massur. También vi en el Youtube la de Barenboim con la Orquesta de París. Por cierto, me estoy empapando una autobiografía de éste último interesantísima).
Pues… ¿que decir de esta pieza? Obviamente para cualquiera la más conocida del autor. Obra sencilla donde una melodía se repite sin cesar durante 16 mágicos compases interpretada por sucesión distinta de instrumentos sobre un ostinato (patrón rítmico repetido una y otra vez) de una caja orquestal y unas cuerdas en pizzicato que van desde pianissimo “pianissimo” a fortissimo “fortissimo”.
Como curiosidad, si alguien lo escucha, el orden de actuación de los instrumentos es (separo por -   -  cada melodía):
-Flauta-; -Clarinete-; -Fagot-; -Requinto-; -Oboe-; -Trompeta y Flauta-; -Saxo tenor-; -Saxo soprano-; -Flautín, Celesta y Trompa-; -Oboe, Corno Inglés y Clarinetes-; -Trombón-; -Flautín, Flauta, Oboes, Clarinete, Violines-; -Violines-; -Violines y Trompeta-; -Violines y Trombón-; -Flautín, Flauta, Saxos, Trompeta y Violines-; -Flautín, Flauta, Saxos, Trompetas, Trombón y Violines-. Cambio de tono y traca final.
Esta obra fue encargada por Ida Rubinstein para un ballet. Cuando comenzó su composición, jamás podría pensar Ravel que estaba creando una de las páginas más célebres de la historia de la música. 

miércoles, 16 de marzo de 2011

Philadelphia

Charlando el otro día con unos amigos sobre grandes canciones de la historia del rock mencioné una que me encanta de Creedence Clearwater Revival, la famosísima “Have you ever seen the rain?”. Cuando llegué a casa me vino a la mente una versión que hicieron del citado tema los Spin Doctors aunque no recordaba que disco la incluía. Al final, sabíendo que lo tenía fisicamente y después de un buen rato de búsqueda, me acordé que estaba en la banda sonora de la película Philadelphia que dirigió Jonathan Demme después del Silencio de los Corderos. Así que aproveche y le di un repaso (al disco, no al film).

Independiente de  la música de Howard Shore, que en este caso pasa desapercibida, y siguiendo la costumbre de la época (desde la mitad de los 80 hasta mediados de los 90) de incluir canciones en el desarrollo de la película (que sirven para posterior videoclip promocional) nos encontramos con que Philadelphia incluye dos temas compuestos especialmente para ella. Dos pesos pesados, dos leyendas, en fin, dos monstruos del rock componen e interpretan estos temas. Bruce Springsteen y Neil Young.

“Streets of Philadelphia” de Springsteen da comienzo a la película. Ocho compases idénticos donde sólo oímos la percusión llevando un ritmo constante. Seguidamente se integra un teclado con sonido de cuerdas durante ocho compases más. Y llegamos al diecisiete, donde aparece la voz del “Boss”, en uno los mejores temas de su vida, si no el mejor.

El final de la película, en el funeral donde proyectan videos de su infancia y se reúnen amigos y familiares, suena el tema de Neil Young. Un piano y su voz  (ambos “reverberizados” a tope para conseguir un efecto de delicadeza extrema) acompañados en ocasiones de acordes de sintetizador y algo de platillo. Un verdadero temazo.
Como curiosidad, reseñar que los dos competirían en los Oscars a la mejor canción al estar ambos nominados, ganando el de New Jersey (Springsteen).

Independientemente de lo dicho, siempre he pensado que el Oscar al mejor actor que consigue Tom Hanks lo gana por dos momentos. El primero, por su cara de decepción, incomprensión y soledad al no encontrar nadie que lo defienda a la salida de un bufete. El segundo, es el gran momento de Philadelphia. Suena un disco y él explica y traduce conjuntamente a Denzel Washington un Aria de una Ópera. Literalmente transcribo: … “Es mi Aria favorita. Es María Callas. En Andrea Chénier. De Umberto Giordano. Esta es Maddalena. Explica como durante la Revolución francesa la chusma prendió fuego a su casa. Y su madre murió salvándola a ella. ¡Mira! El lugar que me vio nacer está ardiendo. Estoy sola. ¿No oyes la angustia en su voz? ¿La sientes, Joe? Ahora entran los instrumentos de cuerda y todo empieza a cambiar. Y la música se llena de esperanza. Voy a cambiar. ¡Escucha, escucha! Yo causo dolor a los que me curan. ¡Oh, ese chelo solitario! Y fue durante ese dolor cuando me llegó el amor. Una voz llena de armonía me decía: sigue viviendo. Yo soy la vida. El Cielo está en tus ojos. Es todo lo que te rodea, es la sangre, el barro. Yo soy divina. Yo soy el olvido. Yo soy el Dios que desciende del Cielo a la Tierra para hacer de la Tierra un Cielo. Yo soy el amor. Yo soy el amor.”
A mi parecer, aparte de uno de los grandes momentos de la historia del cine, una lección de cátedra de cómo hay que escuchar un Aria. No es una canción aislada. Es un trocito de un todo que es la Ópera en si. Hay que conocer el argumento. Su significado y su contexto en él. Los recursos musicales que utiliza para matizar las expresiones (de alegría, tristeza, etc.. ) que requiere el compositor. En fin, recalcar que la Ópera  únicamente no es cantar. Es también interpretar. De ahí la grandeza de María Callas. Excelente en las dos facetas.

Un día me dijeron refiriéndose a este género. No entiendo como te puede gustar eso. No respondí. Pero me dije para mi mismo: Yo si que no comprendo como no te puede gustar.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Sobre la Tacita de Plata

En la fecha en que estamos, no podría hablar de otra cosa que no fuese del sonido de mi ciudad. De la música de Cádiz, cuna de los Tanguillos y las Alegrías y de “las olas de La Caleta, que es plata quieta...".

Muchas veces me preguntan, sabiendo de donde soy, por el autor de una coplilla carnavalera en concreto; otros no tan conocedores de lo que se hace aquí me interrogan con ¿Cuál es la cancioncilla ésta? ¿Dónde sale eso que cantan en carnavales por la calle? ¿Y esa canción que corean en el estadio? Intentaré contar el origen de tres o cuatro musiquillas típicas que nos acompañan casi a modo de banda sonora a los gaditanos, que aunque todos mis paisanos las conozcamos, más de uno de fuera, no.

Obviamente comienzo por Los Duros Antiguos “que tanto en Cádiz dieron que hablar”, el tanguillo por excelencia que representa a la ciudad y al Carnaval, compuesto por Antonio Rodríguez Martínez, El Tío de la Tiza, para su coro de 1905 “Los Anticuarios”. Dudo que exista alguien que escuche sus tres primeros acordes (tran, tran, tran) y no lo asocie a la tacita.

Si no me desvío del Carnaval, es obligado que haga mención al padre de la Comparsa, Paco Alba. Y como no, a su más célebre pasodoble. “Viene a esta tierra un barquito, más típico no lo hay, más blanco ni más bonito, en todo el muelle de Cai”. Obviamente me refiero al Vaporcito del Puerto, compuesta en 1965 para “Hombres del Mar”.

Cumpliendo un siglo el Cádiz club de fútbol, no puedo dejar de felicitarlo refiriéndome a sus himnos. El oficial, de Escobar y Parodi, y el oficioso, pasodoble dedicado al equipo amarillo y azul por Manolito Santander en su chirigota “La Familia Pepperoni” de 1998. “Me han dicho que el amarillo…”

Alejándome un poquito del Carnaval, célebre e inmortal es el tema que Carlos Cano y Antonio Burgos compusieron, Las Habaneras de Cádiz. Por cierto, lo de “La Habana es Cádiz con más negrito” se le ocurrió (como no) a Lola Flores (“Hijo, esto es como Cádiz, pero con más negros y con más palmeras que las que hay en el Parque Genovés”) en una actuación en Cuba.

Me viene a la mente, que la playa más genuina de Cádiz, La Caleta, esté flanqueada por calles y bustos de “gaditanos” no nacidos allí (Paco Alba en Conil, Fernando Quiñones en Chiclana, Carlos Cano en Granada y Antonio Burgos en Sevilla). Pero como dice este último: La gente de Cai nacemos donde nos sale el alma.

Para terminar, una última curiosidad. Cuando pasan por la Plaza de San Juan de Dios y oyen las campanas del Ayuntamiento tocar una melodía, sepan que son las campanas de La Atlántida, obra de Manuel de Falla, el más grande compositor español de todos los tiempos.

Bueno, podría seguir escribiendo horas y horas (ya haré más entrada sobre Cádiz en mi blog) pero hoy me he levantado muy temprano y como dice el refrán, quien madruga… tiene sueño.

miércoles, 2 de marzo de 2011

El Concierto para Mandolina del "cura rojo"

El más representativo compositor italiano del Barroco es el veneciano Antonio Vivaldi, (1678-1741) apodado “el Cura Rojo” por el color de su pelo. Con total seguridad, cualquiera que posea discos de música clásica tiene casi seguro su trabajo cumbre: Las Cuatro Estaciones. Esta obra maestra sólo tiene un pero: el haber eclipsado el resto de sus composiciones. Algo lógico, dada la belleza incomparable que poseen los cuatro conciertos que la forman. Gran expresividad,  riqueza sonora, brillantez, velocidad y agilidad, acompañan ésta y el resto de su obra.

Aunque compusiera también entre cuarenta y cincuenta óperas (tristemente sólo se conservan poco más de diez), la gran fama de Vivaldi se debe a su música instrumental y concretamente a sus Conciertos y a la forma que les da (desarrollados posteriormente por Bach, dicha forma perdurará en el clasicismo, romanticismo y siglo XX).

Un Concierto es una pieza destinada al contraste entre una orquesta y uno o varios solistas. La forma predominante anterior a Vivaldi es el Concerto Grosso (con un grupo solista, dos o más, llamado concertino). Él es quien consigue que sea un único instrumento el solista, en concreto el violín, siendo la voz dominante del conjunto. Posteriormente le dará protagonismo a otros instrumentos, rescatando del olvido al violonchelo, fagot, oboe, flauta y mandolina.
Los conciertos de Vivaldi suelen  estar divididos en tres tiempos Allegro-Adagio-Allegro siendo la tonalidad común en sus movimientos, la que presta unidad a toda la obra.

Dicho todo esto, estuve escuchando una recopilación creada por mí, con varias interpretaciones del Concierto para Mandolina y Orquesta RV 425 (mi favorita es una de la Orquesta de San Marcos). En tonalidad de Do Mayor, resume todo lo indicado anteriormente. Tres tiempos, allegro-adagio-allegro, la Madolina ejerce de solista y el resto orquestal se limita a un puro acompañamiento. El primer movimiento, precioso, es el más conocido. En 4/4 la Mandolina se ejecuta con gran virtuosismo muy velozmente bajo un acompañamiento unísono en cada parte del compás. El segundo, también en 4/4, desarrolla el tema lentamente, donde el instrumento de cuerda es escoltado por el resto de la instrumentación la cual aparece cada dos partes  de tiempo ejecutando un acorde. El tercer tiempo (sobreexposición del tema), aunque en 2/4 toma de referencia los solos del primer movimiento bajo el acompañamiento del segundo. Sencillo, el concierto es una auténtica joya. Ideal para crear afición entre los niños y los no tan niños. Genial, como casi todo lo del pelirrojo, uno de mis autores favoritos.

Dos apuntes más.
1) El primer movimiento sirve de banda sonora en la película Kramer contra Kramer, interpretada por los entonces jovencísimos Dustin Hoffman y Meryl Streep. Creo que en la peli también incluyen un concierto de Henry Purcell (escribo de memoria y no lo puedo afirmar con rotundidad).
2) Existe una curiosa película, Vivaldi, Príncipe en Venecia, sobre la vida del susodicho. Puede ser algo pesada. Sólo recomendada para melómanos de los buenos.

martes, 22 de febrero de 2011

El Pájaro Negro, Zyriab

En noviembre de 2010 designaron al Flamenco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Según Paulino Plata, consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, el arte flamenco ocupará ahora el sitio que le corresponde tras más de dos siglos de historia. Según lo cual, siendo imposible determinar su nacimiento, fechariamos el origen de este arte a finales del siglo XVIII. Más difícil es conceder su autoría. Lo más extendido es que se le adjudique la paternidad a la raza gitana.

Y en ese punto discrepo. El flamenco no es gitano. El flamenco es andaluz. Nace de la convivencia durante varios siglos en Andalucía de moriscos (los musulmanes españoles que se quedaron en España bautizados por su bien, tras la Reconquista por parte de los Reyes Católicos), sefardíes, mozárabes, gitanos y andaluces. Cada uno aportando su granito de arena, su pequeño ingrediente o su pequeña semilla, para que la raza gitana finalmente forje y difunda el castillo, el pastel o el jardín.

Dicho ésto, es justo recordar nombres propios que gracias a su aportación han conseguido ésta distinción para el Flamenco. El más antiguo que recuerdo es ZYRIAB, el Pájaro Negro, cuyo nombre verdadero era Abu al-Hasán Alí ibn Nafi (789-857) apodado así por su color de piel morena y su dulzura cantando. Natural de Bagdad y discípulo de Al -Mausili, cantó y tocó el ud (de aquí deriva el nombre del instrumento en castellano, laúd) para Harún al Rashid (el sultán de las mil y una noches) produciéndole gran satisfacción y admiración y provocando celos en su maestro que le conllevan a buscarse la vida en occidente, en concreto en el Califato de Córdoba tras escribir al monarca, Al Hakin, el cual lo acepta de inmediato. Cuando llega había muerto, pero fue recibido igualmente con todos los honores por su hijo Abderramán II, el cual le asignó un alto salario tanto a él como a sus tres hijos para que trabajase en el Conservatorio creado por él para esta ciudad, y poder rivalizar con el de Medina, que era el más famoso.

Zyriab, poeta, astrónomo, físico, gastrónomo, y un largo etc… fue el gran músico de la época. Autor de más de 10.000 canciones que sabía de memoria e inspiradas, según él, en los genios que le llamaban en sueños, introdujo en el Conservatorio el lenguaje árabe-pérsico, manteniendo también el griego (pitagórico).

Añadió una cuerda más al laúd (precursor de la guitarra española que sólo contaba con cuatro) para que representara el alma y la colocó en medio. Las otras cuatro, representaban la bilis (la coloreó de amarillo), la sangre (de rojo), la flema (blanca) y la melancolía (de negro). A su vez cambió el plectro (lo que comúnmente llamamos púa) de madera por uno de pluma de águila que daba una sonoridad más dulce.
En su escuela se forjaron diversos ritmos y melodías que muchos años después una vez desarrollados darían pie a muchas danzas conocidas de Hispanoamérica como la zamba  argentina, el pericón, la milonga, la guaguira o el danzón cubano. El origen del cante jondo andaluz tiene un marcado carácter oriental y similitud con el cante folclórico indo-pakistaní. Por eso, concedemos a Zyriab su lugar como pequeña piedra donde se apoyan los cimientos de lo que conocemos hoy como flamenco.

El mejor homenaje al Pájaro Negro, ya se llevó a cabo. Fue en 1990, cuando el mayor genio vivo español, Paco de Lucía, le dedicó un tema y el título al álbum que grabó en plenitud de su carrera.

La primera vez que escuche el tema Zyriab (que no es precisamente ningún palo flamenco) fue en una Antología del algecireño de 1995, la cual se me quedó grabada en la memoria. El pasado fin de semana me puse una versión que hicieron Jorge Pardo y Chano Domínguez (uno de mis ídolos) en “10 de Paco”, disco original al máximo (sólo a ellos se les ocurre versionar 10 temas de Paco de Lucia sin que aparezca una sola guitarra). Este tema es mi favorito del CD, porque desarrollan la pieza muy libremente con espectaculares solos de esta fusión flamenco-jazz en las que Jorge y Chano son verdaderos expertos (única es la introducción con el contrabajo que hace Javier Colina llevando la melodía mientras acompaña Chano arpegiando al piano).

En fin, felicidades al Flamenco y a todos los que contribuyen a su difusión.

martes, 15 de febrero de 2011

La Tempestad

Llevo toda la semana escuchando la Sonata nº17 en Re menor (Op.31, nº2) que quizás sea una de mis favoritas, si no la que más, de las 32 que Ludwig van Beethoven compuso para piano. Ardua tarea, ya que para disfrutarla se requieren tres elementos esenciales que son oído, corazón y alma.

Oído, para prestarle la atención necesaria, que es toda. No se puede despilfarrar ni una sola nota. Alma, para ponerse en el lugar del compositor, por qué este acorde y no otro, por qué cambia de tono, etc… Y corazón para poder enamorarse y sentir la Sonata como algo propio que nadie te puede quitar.

Pero como dije, no es nada fácil. Me grabé para el coche una interpretación de Hélène Grimaud, pero que como suele pasar, el piano no se oye del todo bien y hay partes que no se escuchan con el ruido del motor. En el youtube vi un video de Wilhelm Kempff, señor que me pone algo nervioso por su cara rígida y hace que me pierda de su ejecución (por eso prefiero escucharlo en disco). Cuando al fin, consigo concentrarme, los niños se apoderan de la tele pidiendo Micky Mouse, Cantajuegos o Blancanieves. Podía rendirme, pero almacené una interpretación de Barenboim en el móvil (de cuando tenía 17 años y se las aprendió todas de memoria) y cuando todos se durmieron me lo llevé a la cama, me puse unos auriculares y finalmente lo disfruté.

La Sonata conocida con el sobrenombre de “La Tempestad” consta de tres movimientos (Largo - Allegro en 4/4, Adagio en 3/4 y Allegretto en 3/8).

El primero de ellos, es un prodigio de virtuosismo (recordemos que nadie se atrevía a interpretar las obras para piano de Beethoven hasta que muchos años después Liszt fue el primero en afirmar que eran ejecutables) y sonoridad, de contrastes entre pianissimo y fortissimo, donde ya observamos a un Beethoven definitivamente alejado del clasicismo vienés para marcar las pautas del Romanticismo que el mismo inicia. El segundo movimiento representa la calma tras la tempestad, tranquilidad sobre una pequeña melodía necesaria para llegar a la apoteosis de la tercera y última parte, genial, maravillosa y única. Una pequeña frase va progresando para convertir el pasaje en una auténtica batalla entre pianista y piano. Cuando llega al máximo de fuerza, vuelve la frase a la dulzura inicial y así durante los siete minutos aproximados que dura intercambiando intensidad y calma. En varios momentos me recuerda la leyenda de Miguel Angel cuando golpea en la rodilla a su Moisés y le dice ¿por qué no me hablas? Aquí sucede lo mismo. Es tal la batalla, que hay momentos en que parece que el pianista se va a retirar del teclado para decirle al piano “¡¡¡habla!!!”.

Recomiendo a cualquiera que le dedique media hora de su vida a “La Tempestad”, o a cualquiera de las otras treinta y una sonatas. Se cuenta que Lenín, evitaba oír la nº23 “Appassionata”, porque le emocionaba tanto que temía que le hiciera demasiado blando para la revolución que tenía preparada. Hitler, se jactaba de que un alemán hubiese hecho estas obras. Si a estos cafres le gustaba ésto, creo que a cualquiera nos sucedería lo mismo. 

lunes, 7 de febrero de 2011

Volver a empezar

De toda la vida me han gustado las películas nostálgicas. Esas pelis en las que el protagonista recuerda su pasado volviendo al pueblo donde nació, recordando familiares, calles, lugares e infinidad de anécdotas. Para recrearlo el director se apoya en imágenes emotivas y en una banda sonora muy marcada que acaba siempre sacándote la lagrimilla. Volver a empezar es un claro ejemplo de este cine y el otro día le di un repaso.

Trata de un escritor que tras recibir el Nobel, vuelve a la ciudad donde nació y pasó su infancia y adolescencia y para ello utiliza todo esos tópicos antes referidos. Constantemente vemos a Antonio Ferrandis, su protagonista, recorriendo la ciudad de Gijón y alrededores bajo distintas versiones de dos músicas que todo el mundo conoce, Begin The Beguine de Cole Porter y el Canon de Johann Pachelbel.
¿Por qué José Luis Garci, su director, no utiliza material nuevo? ¿Por qué repite sin cesar una y otra obra? Garci, inteligentisimo director que cuida sus películas con mucho mimo (y raro es quien lo hace) utiliza sólo los citados temas por motivos que expongo a mi entender.

Begin The Beguine, es el tema de amor entre Ferrandis y Encarna Paso, la primera canción que bailan o lo intentan juntos y se repetirá en distintas adaptaciones siempre que salen los dos en escena. Original de Cole Porter que la compone para su musical Jubilee en 1935, entrando de lleno desde su estreno como uno de los grandes temas de la historia norteamericana.

El Canon de Pachelbel, magistralmente lo utiliza Garci como leitmotiv nostálgico para todas las escenas donde Antonio Ferrandis se rencuentra con su pasado, ... el aeropuerto, el Paseo Marítimo, el Sporting de Gijón, los Astilleros, sus amigos, la Virgen de Covadonga, etc... ¿Y por que el Canon de Pachelbel? Un Canon es una forma musical a varias voces donde una de ellas expone un tema y una vez finalizado vuelve a su comienzo donde es repetido o hecha una variación por otra voz o por la misma. Vuelta al principio, lo que hace el protagonista. El Canon de Johann Pachelbel, compositor barroco alemán del siglo XVII maestro de las variaciones, que se construye sobre un bajo ostinato que se repite cada dos compases sobre la siguiente estructura re, la, si, fa #, sol, re, sol, la es un obra maestra. Obra maestra del Barroco y de la Historia de la Música. Patrimonio de la Humanidad. Indispensable que todo el mundo lo conozca para crear afición a la Música, y eso que no es un canon si nos ponemos heterodoxos, aunque eso sea otra historia.

La película resulta perfecta en su realización debiéndole muchísimo a estas dos piezas musicales y al ingenio de Garci al ponerlas. La guinda de esta película la ponen sus secundarios Agustín González  (director del hotel) y José Bódalo (imposible superar la charla en su casa con Ferrandis - cualquier director y actor que se precie debería estudiar esta escena-). En fin, consejillo: ver la película y si ya se ha visto, pues volvemos a empezar que los clásicos siempre hay que repasarlos.