viernes, 13 de mayo de 2011

Clara Wieck-Schumann

Hasta la retirada del marco alemán en 2002 (por la llegada del euro) el billete de 100 llevaba la imagen de Clara Schumann. La gran mayoría desconoce su vida e incluso quien es. Lejos de hacer una biografía culta, extendida y seria, narraré su vida en un tono “prensa amarilla” con el fin de que si alguien pierde el tiempo leyendo ésto se familiarice con el personaje y entienda que ha hecho esta señora para que le diesen en su momento tan grato honor.

Clara Wieck nace en 1819 en Leipzig, Alemania. Su padre y su madre son pianistas, profesores y vendedores de piano. Obviamente, le enseñan a tocar, al igual que a sus hermanas, dicho instrumento. Como la niña vale y destaca, su padre la empieza a promocionar. El Señor Wieck siguiendo la tradición de la época acogían a sus alumnos en su casa y es así como llega a la suya un tipo que dice querer ser concertista, compositor y escritor y que realmente a la fecha sólo es un soñador. Clara tenía entonces once añitos. El aprendiz recién llegado, veinte. Su nombre era Robert y su apellido Schumann.

En el salón de la casa frente al piano comienza una pequeña amistad entre ambos. Pasan pocos años y ya por el pasillo la amistad crece y es un poco mayor. Pasan otros tantos y por los dormitorios… en fin, ya están enamorados, … ¿y que sucede? Pues que deciden casarse antes de liarla parda. Pero… problema. Clara sigue siendo menor de edad. Es cuando Robert Schumann se le ocurre pedirle consentimiento al padre. Éste se pone a reír ante tal proposición, pues Schumann sigue con su mundillo “fantasioso-romántico”, muy bonito, pero poco práctico. Resumiendo, que no tenía ni oficio ni beneficio. Resultado… prohibición, deterioro relación padre – hija, me escapo de casa, a los tribunales, etc… Finalmente, el bueno de Schumann empieza a despuntar como concertista y a conseguir solvencia económica lo que permite la realización del esperado matrimonio.

Una vez casado, el tonto (porque no se le puede definir de otra manera) de Robert, no se le ocurre otra cosa que inventarse un aparatito que le agrande la mano. Cuando se destroza los tendones de los dedos se acaba su carrera de intérprete. Solución: Clara toca de lujo. Que sea ella la que interprete las composiciones de su marido.

Así nace la leyenda del matrimonio Schumann. El compone estupendamente piezas sobre todo pianísticas y ella las interpretas de forma magistral. Robert está loco por su mujer y se refleja en sus composiciones que directa o indirectamente hablan de ella. Clarita está loca por su marido y sólo toca obras suyas. Pasan los años y Clara sigue mejorando aún más su técnica. Puede ser, casi sin dudad, la mejor pianista del siglo XIX hasta que surge de la nada… Franz Liszt. Nacido en Hungría, es el gran intérprete de piano de la historia. Su desenvoltura, facilidad, agilidad, técnica, virtuosismo, sus composiciones, sus versiones, su personalidad, etc… le convierten en el gran concertista, el ídolo de masas, la estrella de la música (hasta las mujeres se desmayaban escuchándolo). Clara se siente algo acomplejada ante éste y dado su carácter algo machista (aunque algo hizo, ella misma pensaba que no podía componer pues era cosa de hombres) frena su carrera. Clara era la antípoda de George Sand, la amiguita de Chopin. A pesar de todo ella sigue con sus conciertos, dejando la rivalidad para el húngaro (Liszt) y el polaco (Chopin).

Pero en fin, no todo es bonito en esta época romántica. Robert es un señor depresivo… depresivo. Bastante depresivo y en más de una ocasión se intenta suicidar sin motivos aparentes… o no. Resulta que Schumann es también crítico de una revista propia y conoce y habla maravillas de Johannes Brahms, entonces músico incipiente. Éste conoce al matrimonio y se enamora de ambos. Bueno, de él sólo de su música. La amistad entre Clara y Johannes sólo terminó con la muerte de ambos. ¿Fue un amor platónico? ¿Fue correspondido? Parece que no. Que no pasó nada. Schumann murió en un psiquiátrico. Clara dedicó sus últimos cuarenta años de vida a tocar por toda Europa la música de su esposo.

Las malas lenguas hablan también que a raiz de “la guerra de románticos” entre Brahms, Clara y Joachim por un bando y Liszt y Wagner por otro, pudiese surgir algún flechazo de estos dos últimos con la señora Schumann (el primero era un famoso limpiador de chimeneas de mujeres casadas; el segundo… que le pregunten a Hans von Büllow quien era el padre de su “hija” Isolda). La referida guerra no es más que una controversia donde Beethoven es el eje central. Todos lo aman, pero mientras unos piensan que es la cúspide de la montaña inalcanzable donde todo a partir de él debe girar, otros lo ven como el pedestal de donde nace una nueva música. Éste es un tema muy interesante que ya comentaré en un nuevo post.

Dos anécdotas: La primera referente a la guerrilla y la otra al matrimonio.
1)      Independientemente de cómo consideraran a Beethoven, Liszt no podía ver a Brahms porque el virtuoso pianista en una exhibición privada para unos pocos amigos interpretó una variación de un tema de Johannes. Cuando terminó y giró la cabeza para ver que le había parecido… Brahms dormía placidamente. Demasiado para su ego.
2)      Robert tenía un diario en el cual anotaba su vida. Cuando se casaron, Clara y él escribían conjuntamente en el libro. A la muerte del compositor, ella siguió apuntando en él. Es el diario de Robert y Clara. El matrimonio y el libro están enterrados juntos en Bonn. 

Finalmente, aclarar que no he querido ofender a ninguno de los mencionados. Sólo he intentado contarlo de una manera algo maruja. Cualquiera que me conozca sabe que mucho de los nombrados son mis ídolos.
Se me ocurrió hacer este escrito cuando buscando entre mis partituras antiguas me encontré con mi libro “Escenas de Juventud” de grato recuerdo de mis años de Conservatorio. Muchas gracias a los Schumann.

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